Por Augusto Álvarez Rodrich
No sigan convirtiendo la política en un circo, por favor.
El muy importante compromiso auspiciado por Devida para que los partidos políticos tomen precauciones con el fin de evitar que en la próxima campaña electoral se cuelen en sus listas de candidatos más topos e integrantes camuflados del narcotráfico, debiera extenderse a otros ámbitos para también lanzar acciones que permitan elevar la calidad de la representación nacional.
Me temo que eso no está sucediendo y que, por el contrario, estamos caminando en el rumbo contrario al de mejorar ‘el nivel’ de las representaciones en el Congreso, en los gobiernos regionales y en los municipios provinciales y distritales, lo cual solo conseguiría deteriorar aún más el prestigio de dichas instituciones y, en general, de la política peruana, lo cual a su vez mellará la reputación de nuestra alicaída democracia.
El indicio que me lleva a concluir que estamos en el camino equivocado ocurre cada vez que me entero de ‘los jales’ que realizan algunos partidos con miras a las próximas elecciones.
Con ello no aludo a candidatos que, por ejemplo, no se expresen bien en español o que no hayan estudiado en la universidad, pues en esos casos el valor de la capacidad de representación podría compensar con creces lo anterior. Sí me refiero, en cambio, a noticias que están proliferando como, por ejemplo, que Acción Popular está seduciendo a la Tigresa del Oriente para que sea candidata a regidora en la provincia de Lima.
Como el resto de partidos no se puede quedar atrás, los candidatos a alcalde se están peleando a los futbolistas de todos los equipos para meterlos en sus listas. Hasta donde conozco, pues en las páginas deportivas me concentro en las noticias que tienen que ver con Alianza Lima, el delantero Wally Sánchez y el arquero George Forsyth, entre varios otros, postularían a una regiduría en octubre próximo.
En el resto de equipos de fútbol, y seguro que hasta en varios frentes de la farándula, está sucediendo la misma sangría. Los partidos políticos y los candidatos piensan que, de ese modo, van a atraer más votos, y quizá hasta tengan razón, pero, por Dios, sin la menor intención de desmerecer el papel de personalidades valiosas –en esos ámbitos– de nuestro deporte o de nuestro folklore, ¿qué saben del oficio de administrar una ciudad o de preparar leyes en el Parlamento?
Cuando incurren en ese error, los partidos solo piensan en ganar votos pero no en gobernar bien, y reiteran la pauta de que toda lista al Congreso debe llevar su voleibolista, o el patrón iniciado hace algunos años por el poder de seducción que demostró en algunos la candidatura de Susy Díaz con un trece escrito con colorete rojo en su nalgota.
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