Perú, país en el que la política no puede entenderse en función de partidos políticos o ideologías, definirá a su próximo presidente el 5 de junio entre dos apellidos: Humala contra Fujimori. Entendido esto, no sorprende que los símbolos de las dos agrupaciones que siguen en la contienda sean las iniciales de los nombres de pila de sus candidatos: la O de Ollanta y la K de Keiko. Un nombre quechua y otro japonés que también están en las antípodas del espectro político. Hermanados, eso sí, porque llegaron a la segunda vuelta gracias a lo que el analista Alberto Vergara describe como "un voto rabioso, cargado de rechazo al régimen político y económico vigente, aunque no tiene claro con qué reemplazarlo".
En este contexto de creciente caudillismo y decepción por el fracaso de la democracia en distribuir los beneficios del crecimiento económico, la agrupación formada en torno al legado del expresidente Alberto Fujimori va camino de consolidarse como dinastía. Podría decirse que es el destino natural de un movimiento para el cual los partidos son carcasas intercambiables, que nació llamándose Cambio 90 y, tras sucesivas mutaciones, 21 años después se llama Fuerza 2011. La única constante del fujimorismo es el apellido, e impedido el patriarca de postular a la presidencia, pues se encuentra en prisión por delitos contra los derechos humanos y de corrupción, el testimonio lo han tomado dos de sus cuatro hijos, con el padre como gran referente y estratega, incluso desde la cárcel.
Primero fue Keiko Sofía, la mayor, la congresista más votada en las elecciones del 2006 y con grandes posibilidades de llegar a la presidencia. Las últimas encuestas la ubican ligeramente por delante de Humala, aunque dentro de los márgenes del error estadístico. Ahora acaba de aparecer en escena Kenji Gerardo, el menor, que ya igualó lo obtenido por su hermana en los comicios parlamentarios, con 378.000 votos. Ambos tienen en común haber sido, por distintas razones, los más notorios durante el mandato de su padre, entre 1990 y 2000.
Keiko asumió el papel de primera dama tras la separación de sus padres. Su madre, Susana Higuchi, fue desterrada del poder tras ser una de las primeras personas que denunció corrupción en el Gobierno (la malversación de donaciones de ropa usada provenientes de Japón) y acabó años después como parlamentaria de la oposición. Pese al maltrato que recibió su madre (se dice que incluso fue torturada), eligió permanecer al lado del padre. En repetidas ocasiones se ha referido al Gobierno fujimorista como "el mejor de la historia del Perú", pese a las irrefutables evidencias de descomunal corrupción y atropellos a los derechos humanos, que ella califica como "errores". "No podemos achacarle al presidente Fujimori los errores cometidos por terceros", dijo Keiko en abril del 2009, en una entrevista con EL PAÍS, en la víspera de que su padre fuera condenado a 25 años de prisión como autor mediato de las matanzas de Barrios Altos y la Universidad La Cantuta.
Aunque no ejerció ningún cargo de gobierno, Keiko también ha sido implicada en acusaciones de corrupción. Se señala que tanto sus estudios como los de sus tres hermanos en EE UU (Keiko se graduó como administradora de empresas en Boston University) fueron pagados con dinero del Estado, y que ella estaba al tanto de la situación. Un informe de la Contraloría General de la República señala que pagar la formación de sus cuatros hijos le costó a Alberto Fujimori 1,25 millones de dólares, una cifra muy por encima de sus ingresos como presidente.
En 2001, según una declaración ante la fiscalía suprema adjunta dada a conocer por el diario La República, Keiko admitió que recibía 10.000 dólares mensuales en efectivo de su padre para esos fines. En los últimos años, Keiko ha ido variando su versión respecto al origen de esos fondos (primero dijo que el dinero provino de un préstamo familiar, luego de la venta de una casa), pero la denuncia ha permanecido entrampada en la maraña judicial. Según la saliente fiscal de la Nación, Gladys Echaíz (dejó el cargo el jueves), el tema sigue "en investigación".
Pese a ser la congresista más votada, Keiko no ha destacado como legisladora. Ella misma dice que ha privilegiado la "función representativa", lo que significa que ha viajado constantemente por el país para difundir sus propuestas. A lo largo de casi cinco años ha acumulado unas 500 faltas a sesiones parlamentarias, por razones diversas como licencia por maternidad, enfermedades y meras inasistencias. Está casada con un ciudadano estadounidense, Mark Vito Villanella, y tiene dos niñas. Justamente esa faceta -la de mamá- es una de las cartas que más juega en la campaña para ganarse a las madres de familia de los barrios más pobres.
En contraste, Kenji, que el 19 de mayo cumple 31 años, llega al congreso con menos credenciales. Era un niño cuando su padre estaba en el poder y se hizo popular por ser el mimado del presidente, el que lo acompañaba a sus excursiones de pesca y a numerosos viajes por el país. Luego se convirtió en un adolescente que se daba el singular lujo de gastar bromas a su "tío Vladi", nada menos que Vladimiro Montesinos, el siniestro asesor de inteligencia del entonces presidente. En esa época, tanto Montesinos como la familia Fujimori vivían en el Servicio de Inteligencia Nacional, donde Kenji tenía a disposición un amplio gimnasio, hecho a medida.
En ese ambiente militarizado y plagado de artilugios de espionaje, Kenji creció y, armado de una cámara de vídeo, documentó varias travesuras. Dos vídeos que se conocieron tras la caída del Gobierno de su padre (uno en el que interrumpe una reunión de Montesinos y le filma la calva, y otro donde parece descargar la libido adolescente con su perro,Puñete) popularizaron aún más su imagen.
Kenji -que no pudo ser entrevistado para este artículo, pese a numerosas llamadas a sus asesores- estudió agronomía en la Universidad de Kansas, una carrera similar a la de su padre, que es ingeniero agrónomo. Su historial consigna experiencia en poco conocidas empresas de seguridad privada. También trabajó como instructor de spinning en un gimnasio limeño. Como secretario de juventudes de Fuerza 2011, justifica su alta votación en el hecho de haber realizado continuos viajes por el país en los que, al igual que su hermana, regalaba cocinas.
Los carteles que se dejan ver por las calles de Lima con su rostro consignan una frase sencilla: "Trabaja como el Chino". El Chino, como todos en el Perú saben, es su padre, figura omnipresente.
JAIME CORDERO - Lima - 15/05/2011 El pais.
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