Carlin, caricatura.
El 13 de octubre, el Congreso emitió una ley que “declara a la imagen del Señor de los Milagros Patrono de la Espiritualidad Religiosa Católica del Perú”, nombramiento que el Presidente Alan García hizo público el lunes pasado.
Como era de esperarse, el líder de Restauración Nacional, Humberto Lay, salió a criticar este acto del gobierno, pues, en su opinión, “el Estado no puede favorecer a ninguna confesión religiosa”. ¿Frente a qué situación estamos? Resulta controvertido que un Estado que se proclama laico vulnere la libertad de culto, consagrada en la Constitución, otorgando sonoros títulos a una imagen venerada solo por creyentes católicos, cuando por el contrario debiera elaborar normas colectivas sin beneficiar a alguna creencia particular.
Sin embargo, hay otro aspecto que en este infodiario queremos recordar. La historia se remonta al 23 de mayo de 1923 y tiene que ver con el origen histórico del APRA. Ese 23 de mayo, Víctor Raúl Haya de la Torre, con la presencia de obreros y estudiantes sanmarquinos, encabezó una protesta en Lima que impidió la consagración del Perú al Corazón de Jesús tal como lo querían el arzobispo Emilio Lisson y el dictador Augusto B. Leguía, acto usado como cortina de humo para cubrir el intento reeleccionista del propio Leguía.
“Se intenta una consagración oficial, cercenando la libertad de pensamiento, burlándose de la conciencia nacional”, denunció Haya de la Torre, ese mismo 23 de mayo en el patio de San Marcos. Luego, en medio de las protestas, cayeron abaleados por la policía el tranviario Salomón Ponce y el estudiante sanmarquino Manuel Alarcón Vidalón. Al día siguiente, Haya de la Torre pronunció aquel famoso discurso que lleva por título “El quinto no matar”, con el que se cuestionaba el accionar violentista del gobierno que, al mismo tiempo, buscaba una relación más estrecha con la Iglesia Católica. Como consecuencia de todos estos sucesos, Haya fue declarado enemigo de la Iglesia¹.
¡Cómo ha cambiado la historia! Han pasado 87 años y los antes enemigos – el integrismo católico y los otrora libertarios apristas - ahora se estrechan fraternalmente. De esta manera, tal como señaló del sociólogo Alberto Adrianzén, “Alan García termina de enterrar una de las mejores y más modernas tradiciones del APRA: su propuesta de un Estado laico, pero también su visión de que la libertad de conciencia –y dentro de ella la religiosa– es un aspecto central de cualquier régimen democrático”.
Finalmente, queda claro que, al actual gobierno, le ha interesado poco fortalecer la construcción de un Estado laico. Este hecho se observa no solo con la aprobación de esta ley sobre el Señor de los Milagros sino, recordemos, cuando se buscó aprobar la Ley sobre el Ejercicio de Libertad Religiosa, que pretendía extender algunos privilegios que goza la Iglesia Católica a los demás grupos religiosos, dejando de lado a los no creyentes. Así no se debe gobernar. ¿Qué explicaciones dará esta vez García sobre la traición a la memoria de Haya de la Torre?
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